lunes, 15 de agosto de 2011

la comunidad cristiana

Cualquier agrupamiento de personas no es ya una comunidad. Ni cualquier comunidad es ya una comunidad cristiana. Hacerla es un trabajo lento y difícil. Su construcción debe cimentarse en tres pilares básicos: comunión de bienes, de vida y de acción.
  Comunión de bienes: Es compartir nuestros dineros y todas nuestras cosas hacia dentro y hacia fuera de la comunidad. Aquello que dicen los Hechos de los Apóstoles de los primeros cristianos debe ser el objetivo: "Todo lo tenían en común". Pero hoy día eso requiere formas nuevas que hemos de inventar en cada comunidad con su propio estilo y dinámica. Por dos razones:
Para no quedar atrapados en el materialismo de la sociedad de consumo.
Para vivir la primera bienaventuranza: "Dichosos los que eligen ser pobres".
  Comunión de vida: Los miembros de una comunidad han de sentirse queridos, aceptados, reconocidos, vivir la cercanía y la preocupación de los demás por cada uno/a, poder hablar, expresarse en libertad, ser conocido sin caretas. La comunidad ha de preocuparse por ser un espacio cálido y afectuoso, libre y cordial, atento y preocupado por los otros. Por dos razones:
Para romper el aislamiento individualista en el que nos mete la sociedad egoísta de lo privado.
Para vivir la fraternidad según Hechos 2,44-47:
 "Una comunidad es una persona nueva que une a las personas por el corazón. No es una multitud. Cada cual conserva su originalidad irreductible y el conjunto es como una orquesta. No se une a las personas ni por sus intereses, ni por sus impulsos, emociones, envidias y prejuicios, ni por sus servidumbres. No se les une más que por sus vidas interiores, que van desde ellas mismas a la comunidad" (E. Mounier).
  Comunión de acción: Es necesario que la gente vea y note que la comunidad está abierta hacia fuera, comprometida en la transformación de la vida. Pero la comunidad cristiana en cuanto tal no se constituye en un grupo frente a otros grupos humanos queriéndose distinguir por sus "propias y exclusivas" alternativas sociales. No. El compromiso es secular, profano, autónomo. El cristiano/a está presente allí donde la gente de buena voluntad construye la historia con sus organizaciones adecuadas. La comunidad es la que estimula y alienta a sus miembros a estar ahí, al mismo tiempo que queda enriquecida con cuanto ahí se vive. Por dos razones:
Para romper la manipulación y la reducción de la vida a lo privado y a lo intimista, a lo cual nos empuja esta sociedad cada vez más manejada por unas minorías.
Para hacer creíbles las palabras de Jesús: "Como la luz para los hombres, así debéis vosotros alumbrar: ellos deben ver que hacéis el bien y así dar gloria a vuestro Padre Dios" (Mt. 5,16).
Aquí tenemos otro reto: poner nuestra fe en acción comunitariamente. Lo cual no es otra cosa sino cumplir con el amor al prójimo. "La experiencia de la comunidad es en primer lugar una experiencia de alteridad. No se ha dicho: amarás al Hombre (no tampoco a los hombres, ni al prójimo) como a ti mismo, sino: amarás a tu prójimo como a ti mismo; es decir, dándote a él como a la realización de tu persona: sin medida".

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